Cuando iba a 5º de primaria saqué N.M en la asignatura de Lengua.

N.M quería decir «Necesita Mejorar.»

Mi madre me iba a apuntar a la escuela de Fútbol del Valencia si aprobaba todas.

Pero no lo hice.

Yo le supliqué y le supliqué.

Le lloraba y le decía que no era mi culpa (lo sigo pensando). 

La mujer que es una persona de palabra, con la idea de darme una lección de Vida, no cedió y me quedé sin apuntarme a la escuela.


Era muy bueno jugando a fútbol, la verdad, era bajito pero con un balón en los pies nadie era más alto que yo.

Aquello me traumatizó.

Desde ese momento me esforcé mucho en estudiar y sacar buenas notas, no quería volver a sentir aquella humillación.

Fui un buen estudiante.

Pero mi manera de aprender era absurda, incompetente, inútil y ridícula, tanto como la manera de enseñarnos a aprender en las escuelas, institutos, academias y universidades.

Era capaz de memorizarlo muy bien, de escupirlo mejor en el examen y era excelente en que se me olvidara en unos días.

Tampoco me importó, no me hacía falta retener la información, al fin y al cabo el sistema educativo está hecho para que no haga falta.

Años después cuando empecé a estudiar cómo funciona el cerebro me di cuenta de que el problema no era yo.

No era que se me diera mal estudiar o retener.

No era mi memoria o mis capacidades.

Era que la manera en la que aprendía era horrible para la manera de funcionar del cerebro y claro, ya sabes lo que pasa si intentas ir en contra de la naturaleza.

Ahora ya soy capaz de aprender más rápido, retener la información y sacarle mucho más partido a los libros que leo, los podcasts que escucho o las formaciones que hago.

Si quieres ver de qué hablo ya sabes, te apuntas y lo compruebas.